En el último estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) sobre El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2022 se constata la brecha existente en inseguridad alimentaria para alcanzar el segundo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de hambre cero en la Agenda 2030, por lo que el foco debe apuntar necesariamente a reorientar las políticas alimentarias y a la transformación del sistema de producción agroalimentario con la finalidad de conseguir que la alimentación saludable y la nutrición sean más asequibles en un contexto internacional cada vez más complicado e incierto.
Un panorama que está poniendo en serias dificultades los objetivos propios de la seguridad alimentaria a nivel global al elevarse los conflictos y los fenómenos climáticos más extremos, generando una coyuntura recesiva ante el incremento de los costes de producción que ahonda en las desigualdades preexistentes.
Una aproximación al concepto de seguridad alimentaria
Para la FAO existe seguridad alimentaria cuando la población tiene acceso a una alimentación suficiente, nutritiva y sana capaz de cubrir las necesidades para poder desarrollar una vida sana.
La definición de seguridad alimentaria, así entendida, descansa sobre cuatro dimensiones que deben cumplirse simultáneamente para alcanzar los objetivos:
1.- La disponibilidad de alimentos: referida a la oferta y que viene determinada por el nivel de producción de alimentos, aprovisionamiento y comercio neto.
2.- El acceso económico a los alimentos: una provisión óptima de alimentos no garantiza per se la seguridad alimentaria y los déficits de gestión desembocan en desajustes en el mercado y en los precios.
3.- El uso de los alimentos: la utilización de los alimentos implica una distribución y diversidad suficiente para conseguir la nutrición adecuada de las personas.
4.- Estabilidad temporal: que implica sostener las dimensiones anteriores a lo largo del tiempo para asegurar la alimentación a largo plazo. En caso contrario, surge el riesgo de inseguridad alimentaria comprometiendo el acceso a la alimentación del futuro a medio plazo.
Los tipos y niveles de inseguridad alimentaria
En términos de macro-análisis, los expertos distinguen entre dos tipos de inseguridad alimentaria: transitoria y crónica; la inseguridad alimentaria transitoria se refiere a problemas de acceso a la alimentación debido a fluctuaciones puntuales e imprevisibles en factores de producción, el precio de los alimentos y los ingresos en los hogares, mientras que la inseguridad alimentaria crónica se caracteriza por ser persistente y originada como consecuencia de largos períodos de pobreza y de falta de recursos económicos y productivos.
Entre ambos tipos se sitúa la denominada seguridad alimentaria estacional cuando se repiten determinados patrones cíclicos que afectan a la disponibilidad de alimentos pero, a diferencia de la inseguridad alimentaria transitoria, se debe a factores previsibles.
El factor temporal, sin embargo, no es el único elemento a contemplar en la inseguridad alimentaria ya que en su análisis se debe incluir necesariamente el nivel de gravedad de sus efectos para lo que se utilizan unos indicadores y puntos de referencia que permiten clasificar el grado de intensidad y de los efectos que causa. Entre las principales mediciones destacan la desnutrición y el Marco integrado de clasificación de la seguridad de los alimentos que es un sistema específico de clasificación en contexto de crisis humanitarias. Tanto la FAO como la Unión Europea abogan por integrar las estrategias de lucha para poner fin a la pobreza en las políticas de seguridad alimentaria lo que implica su conexión con el primero de los Objetivos de Desarrollo Sostenible al que Remolonas también está especialmente alineado y pretende ser parte activa del cambio facilitando el consumo de alimentos saludables bajo criterios de proximidad y producción sostenible.
La evaluación de riesgos en la seguridad alimentaria
Para completar el análisis de la inseguridad alimentaria se deben evaluar los riesgos y amenazas presentes y futuras. Las políticas europeas de seguridad alimentaria integran el análisis de riesgos con tres componentes: evaluación, gestión y comunicación; de manera que, realizada la evaluación de riesgos se proceda a su gestión mediante la selección de las medidas más adecuadas para la prevención, reducción o eliminación de los resultados obtenidos al evaluar los riesgos científicamente actuando sobre la fase de la cadena alimentaria en que hayan sido detectados.
Las medidas y recomendaciones de la FAO para garantizar la seguridad alimentaria
En su estudio sobre el estado de la seguridad alimentaria, la FAO insta a los países a reformular sus presupuestos para optimizar los recursos que se destinan a reducir los costes de la alimentación incorporando criterios de sostenibilidad y accesibilidad. Recomienda igualmente la conveniencia de reorientar en coherencia las medidas complementarias que afecten al sistema de producción agroalimentario.
De forma más específica, la Organización de las Naciones Unidas ha venido desarrollando las conocidas como “Redes de Seguridad” integradas en programas de protección social y que articulan soluciones prácticas y concretas bajo distintas fórmulas ya sea a través de programas de alimentación destinados a grupos de población vulnerables, programas de inserción laboral orientados a desarrollar infraestructuras en el medio rural o transferencias financieras directas.
Las políticas públicas de seguridad alimentaria en España
En nuestro país, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) es el principal organismo competente y rector en la materia, así como el responsable de articular y adaptar las directrices de las políticas internacionales, en particular, de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA).
Además de ejercer la coordinación de las Administraciones Públicas que tienen competencias en nutrición y seguridad alimentaria, la AESAN asume la evaluación de riesgos alimentarios en el ámbito nacional y su gestión.
Las funciones de la AESAN se estructuran en tres grandes ámbitos: nutrición, seguridad alimentaria y la Red de Laboratorios de Seguridad Alimentaria (RELSA) incluyendo, además, el Centro Nacional de Alimentación (CNA).